El poeta y narrador azuano Virgilio López Azuán publicó este domingo su primera novela La pretendida de Verapaz, ambientada en la fatídica era del trujillismo, y por tanto marcada por la incertidumbre, el temor y la opresión bajo las que vivían los personajes que en ella discurren.
La presentación de la obra fue en El Mesón Suizo, de Azua, tierra bien amada del poeta, cuentista y ahora novelista. No podían faltan, como colofón, los versos del bardo azuano Héctor J. Díaz, interpretados por la portentosa voz de Luis Méndez, y las narraciones de anécdotas pueblerinas que delatan la presencia en la novela de personajes que viven en aquella árida provincia sureña, pero que en estos días -rara ocasión- exhibe una verde topografía.
Durante el almuerzo el historiador Noboa, con sus 85 años a cuestas, deleitó a los invitados capitaleños con una interesante y larga charla sobre la matanza que cometieron los españoles de la época colonial en la villa indígena de Jaragua, en lo que hoy es el poblado que lleva el mismo nombre, en Neyba.
¡Vaya charla la de Noboa!, que revela los retorcidos entresijos que caracterizaron la colonización española. Recuerden que los indígenas fueron diezmados hasta su exterminación total. Una primicia: Noboa anunció que asentará su tesis histórica en un libro que titulará “La importancia del Sur en la historia de la República Dominicana”.
Entre los comensales -todos muy interesados en la exposición histórica-, además de López Azuán, estábamos Ramón Saba, el arquitecto y novelista Manuel Salvador Gautier, María Teresa Puigbó, la profesora Elizabeth Polanco, Jael Uribe, el parlanchín y más reciente mimbro de la Academia de la Lengua, Juan Freddy Armando; el escritor Juan Carlos Mieses y el editor Isael Pérez, estos dos últimos acompados por sus esposas, además de otros queridos amigos.
Pero volvamos a la novela de Azuán, que es el motivo de estas líneas. Creemos que esta marcará un antes y un después en la narrativa de este escritor sureño, quien más bien, por su fisonomía, parece del Cibao. Tiene raíces boricuas y creo que hasta españolas.
Antes de mencionar los parabienes de la novela, mi ojo crítico y demostrada amistad con el autor no me perdonarían que dejara de mencionar que también hay yerros, como erratas y giros idiomáticos incorrectos. Nada que de un vistazo no corrija un corrector de estilo. De estos vicios hay de sobre en publicaciones dominicanas, pero ya es hora de ponerles un alto. ¡Autores y editores, ya basta de esta desidia en la depuración, que opaca sus producciones!
La narrativa ágil y la angustia desesperada de los personajes de La pretendida de Verapaz, que alcanzan su clímax en la locura de Mimina, son claves para que capítulos de esta novela sean dramatizados. Un adelanto. El capítulo 5 (Los pájaros de la locura) sería magnifico para represetar un monólogo. A ver, quién será la primera actriz que se meterá en la piel de Mimina, que llegó a la demencia por el camino de la desaparición en el mar de su novio Freddy, evidentemente una jugarreta de la dictadura de Chapillo, derivativo semántico de Chipita, apodo del perínclito Rafael Leónidas Trujillo.
Los recursos narrativos de la novela también son innovadores. Casi todos los capítulos comienzan con las alucinaciones de Mimina, quien, sin embargo, tiene momentos de lucidez, pero que siempre retorna al recuerdo alucinante de su querido Freddy, de quien sólo le queda el vestido de novia que usaría en sus frustradas bodas.
El pueblo de Verapaz, donde se desarrolla la novela bajo la opresión de la tiranía trujillista, puede ser Azua, pero también cualquier otro sometido a las férreas garras del poder subyugante que aplasta a sus habitantes ficticios, pero dominicanos al fin de aquella fatídica época. La única verdad insoslayable de la historia es que Veraz fue un pueblo indígena fundado por la conquista española, localizado próximo a lo que ahora es Puerto Príncipe, en Haití, según la magistral explicación del historiador Noboa.
A Virgilio López Azuán le auguramos éxito con esta novela, la cual desde ya -anunció en la ceremonia de presentación- concitó voluminosas ventas entre sus compueblanos.