lunes, 25 de junio de 2007

Cuando la libertad está en la palabra


Poemas desde Guantánamo. Hablan los detenidos

El hombre es un ser de relación por naturaleza. Cuando esa relación se rompe, no queda más que el refugio en la palabra. Pero cuando también la palabra es amordazada, aflora la impotencia.

Sin embargo, el ser humano es testarudo y se empecina en pervivir.

Le podrán arrebatar la libertad, pero nunca el pensamiento.

Sentimiento, pensamiento y palabra están hoy encadenados, amordazados en las mazmorras de Guantánamo.

En esta ergástula militar de hombres victimarios, pero también víctimas del terrorismo, nace la poesía como el sol de la mañana.

En las desoladoras horas circula una palabra de aliento, un testimonio de vida, un haz de luz y de esperanza.

Pero el verdugo teme. Se estremece ante al poder de la palabra detrás de los barrotes.

A pesar de la férrea vigilancia de los guardias, los presos de Guantánamo grababan versos en vasos de polietileno y cualquier material posible, que pasaban, en secreto, de celda en celda para sobrellevar la desalación del cautiverio. Escribían con las uñas, con lo que apareciera y sobre lo que apareciera, porque en Guantánamo la tinta y el papel están prohibidos, por lo menos para los presos.

La palabra circuló clandestinamente hasta que los guardias se percataron y la silenciaron. Pero ya era tarde. Los poemas habían burlado las mazmorras. Marc Falkoff, abogado de uno de los reclusos, se encargó de editarlos en una antología que será publicada en agosto por la Universidad de Lowa, Estados Unidos, titulada Poemas desde Guantánamo. Hablan los detenidos.

Los guardias “temían que esos escritos fueran códigos secretos en árabe que llamaran a la rebelión a los prisioneros. En realidad, eran versos que los internos usaban para animarse”, refiere un reportaje publicado por El País, de España, y del cual se hizo eco El Caribe, en Santo Domingo.

Estos versos son una prueba de que la fuerza de la poesía es incontenible y liberadora al mismo tiempo. Como el agua o el aire, fluye por cualquier rendija.

Es posible encerrar el cuerpo que nos contiene, pero no silenciar el verso, expresión de pensamiento y sentimiento.

Cuando no es posible ningún tipo de libertad, el refugio es el poema, la palabra íntima, agazapada.

Jumah Al Dossari, de 33 años, aislado desde 2003, y quien en 2005 escribió en una carta: “Guantánamo sirve para destruir a la gente. Y a mí me han destrozado". Al Dossari cuenta su angustia en un desgarrante poema.

Poema de muerte

Jumah al Dossari

Tomad mi sangre.

Tomad mi sudario de muerte y

Lo que queda de mi cuerpo.

Fotografiad mi cadáver en la tumba, sólo.

Enviádselas al mundo,

A los jueces y

A la gente con conciencia.

Enviadlas a los hombres de principios y mente justa.

Y dejad

Que carguen con su culpa, ante el mundo,

Por esta alma inocente.

Dejad que pese sobre ellos, ante sus hijos y ante la historia,

Esta alma inocente destruida,

Esta alma que ha sufrido a manos de los “protectores de la paz”.


Mientras, Sami Al Haj, camarógrafo sudanés de Al-Jazeera, también detenido en Guantánamo, no deja morir la esperanza detrás de los barrotes.

(Traducción: La Jornada Online)



Cuando oigo a las palomas arrullar en los árboles

las lágrimas calientes cubren mi cara.

Cuando la alondra canta, mis pensamientos componen

un mensaje para mi hijo.

Mohammad, estoy afligido.

En mi desesperación no tengo a nadie más que a Alah para confortarme.

Los opresores están jugando conmigo…

Me piden que espíe a mis compatriotas (…)

Me ofrecen dinero y tierras (…)

Pero su regalo es una culebra viva

que arrastra la hipocresía en la boca como el veneno…

No ver a un ser querido o recibir una carta de aliento, también está presente en la poesía de los internos de Guantánamo, y así lo cuenta Imad Abdullah Hassan en estos versos:

Echándote, madre de menos.

Echándote, madre, de menos, mi corazón he consumido.

Juro por la entera Creación que no sé cómo hablarte.

En la noche, en mis sueños, sonámbulos, siento tu amor

llamándome: ¿Dónde está Imad?

Todos aquí han recibido cartas que alivian su corazón.

Pero yo, sufriendo, vivo en mí

soledad, mas lejos.

Un breve poema de Daddiq Turkestani habla del dolor y la esperanza.

Aún si el dolor

Aún si el dolor de la herida se acrecienta

Habrá un remedio para tratarla.

Aún si los días en prisión se alargan

Habrá un día para dejarla.

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