El filósofo español en compañía del autor de la entrevista.
A continuación reproducimos un fragmento de la entrevista que hiciéramos al filósofo español
Fernando Savater, durante su visita a Santo Domingo, en mayo de 2006, como invitado de la Feria Internacional del Libro.
Oscar Peña: ¿Que visualiza usted que trascenderá de este siglo?
FS: Muchas cosas. En primer lugar, la gente, la sabiduría actual normalmente de los seres humanos es científica. Evidentemente, cosas de los descubrimientos científicos van a durar, respecto a la genética y en otros campos. La ciencia va a durar y creo que va a quedar. Después de todo tenemos el reto de crear una humanidad hiperconectada, una comunidad consciente de sí misma, que no puede vivir en tribus separadas, enfrentadas. Eso es un reto. Por primera vez seis mil millones de seres humanos no pueden vivir de espaldas unos a otros, no hay más remedio que buscar una fórmula de conciliación, de armonización, aunque sea por ética. Entonces, ese es el pensamiento actual, eso es lo que se está intentando.
OP: El mundo vive una recomposición geopolítica, pero al mismo tiempo que existe esa fragmentación se produce un acercamiento de los bloques económicos. Tenemos por un lado un acercamiento y por otro una disgregación. ¿Cómo usted visualiza ese nuevo escenario, sumado a las preocupaciones por el armamentismo y el terrorismo, que al parecer, ha ganado mucho terreno?
SF: En cuanto al armamentismo, en este momento las posibilidades de que un país como Irán o Corea tenga la bomba atómica son grandes. Ya quisiéramos que hubiera acabado el problema del armamentismo. Todavía hay posibilidades evidentes de que proliferen armas nucleares, por lo menos de bajo tamaño. Los problemas están ahí. Una cosa es que las multinacionales apañen que sus intereses funcionen homogéneamente en gran parte del mundo y otra es que las culturas o los seres humanos funcionemos de la misma manera. Los ricos se ponen de acuerdo en lo que quieren hacer, que es ganar dinero con mucha facilidad; y los otros seres humanos nos ponemos de acuerdo sobre cómo queremos vivir, que es un poco más difícil. Quizás deberíamos aprender de estos últimos la vital y primaria necesidad de unirnos.
OP: “Ética para Amador” es la aproximación del pensamiento de una generación con otra generación más joven. Usted acaba de publicar una novela (El gran laberinto), dirigida a los jóvenes. ¿Cuál es su experiencia en la enseñanza con los jóvenes, con ese mundo de contraste de ideas, de lenguajes, de pensamientos?
FS: Bueno, es un esfuerzo constante. Yo siempre me he considerado, ante todo, un maestro y lo que más me interesa es el hecho de transmitir. La enseñanza es transmisión de conocimiento, transmisión de valores, transmisión de algo que consideramos digno de ser conservado en una forma de vida. Eso exige que uno esté, permanentemente, haciendo un esfuerzo sobre cómo poder acercarse a personas que tienen otro mundo cultural, otro lenguaje, por lo menos parcialmente. Por ejemplo, para ellos (los jóvenes) es mucho más normal escribir un email que escribir una carta y cosas así. Eso implica un esfuerzo constante, porque uno tiende a refugiarse en lo que es más cómodo, en hablar a la generación a la que pertenecemos y no para la que existe ahora. Yo, en la medida de lo posible trato…, porque, claro somos los adultos los que debemos intentar enseñar a los jóvenes. Si renunciamos a ello, porque es difícil o porque no siempre es gratificante, estamos perdidos.
OP: El periodista, el reportero recoge las informaciones de los hechos, las transmite, las interpreta y las analiza en un espacio muy breve de apenas 24 horas, de un día; pero el filósofo se enfrenta a los hechos con pensamientos más meditados, con tiempo para hacer abstracciones. ¿Desde qué punto podemos hablar de que hay cercanías o diferencias entre ese ejercicio periodístico breve de análisis y el ejercicio prolongado frente a los hechos que hace la filosofía?
SF: Son dos perspectivas diferentes, porque el periodista tiene que contar las cosas que pasan y el filósofo reflexiona sobre las que no pasan, las que quedan, que están ahí. Entonces, el periódico no puede salir por la mañana diciendo: “hoy amaneció”, porque eso siempre ocurre. Tiene que contar novedades o asuntos que choquen con la cotidianidad. En cambio, el filósofo piensa no sobre esas cosas que un día son noticia y al siguiente ya no, sino en aquellas que de alguna forma siempre constituyen fundamento para el asombro. Reflexiona sobre nuestra forma de vivir, nuestra forma de morir, nuestras libertades. El filósofo está pensando sobre aquello que nunca es una novedad, pero que no entendemos del todo, y en cambio, el periodista lo que tiene que contar son novedades.
OP: ¿Finalmente, tiene Fernando Savater una utopía y si es así, cuál es?
FS: No, yo soy muy contrario a las utopías. Yo creo que las utopías son el sueño de unos pocos que se convierten en pesadillas de todos los demás. No, a mí me gustaría tener ideales. Los ideales no son utópicos, los ideales son ideas hacia las que tendemos, sabiendo que no se pueden realizar en el sentido material, como los ideales de igualdad, de libertad, de una educación adecuada. Esos son los ideales que me estimulan. No esas utopías que tantos desastres trajeron en tiempos pasados.
A continuación reproducimos un fragmento de la entrevista que hiciéramos al filósofo español
Fernando Savater, durante su visita a Santo Domingo, en mayo de 2006, como invitado de la Feria Internacional del Libro.
Oscar Peña: ¿Que visualiza usted que trascenderá de este siglo?
FS: Muchas cosas. En primer lugar, la gente, la sabiduría actual normalmente de los seres humanos es científica. Evidentemente, cosas de los descubrimientos científicos van a durar, respecto a la genética y en otros campos. La ciencia va a durar y creo que va a quedar. Después de todo tenemos el reto de crear una humanidad hiperconectada, una comunidad consciente de sí misma, que no puede vivir en tribus separadas, enfrentadas. Eso es un reto. Por primera vez seis mil millones de seres humanos no pueden vivir de espaldas unos a otros, no hay más remedio que buscar una fórmula de conciliación, de armonización, aunque sea por ética. Entonces, ese es el pensamiento actual, eso es lo que se está intentando.
OP: El mundo vive una recomposición geopolítica, pero al mismo tiempo que existe esa fragmentación se produce un acercamiento de los bloques económicos. Tenemos por un lado un acercamiento y por otro una disgregación. ¿Cómo usted visualiza ese nuevo escenario, sumado a las preocupaciones por el armamentismo y el terrorismo, que al parecer, ha ganado mucho terreno?
SF: En cuanto al armamentismo, en este momento las posibilidades de que un país como Irán o Corea tenga la bomba atómica son grandes. Ya quisiéramos que hubiera acabado el problema del armamentismo. Todavía hay posibilidades evidentes de que proliferen armas nucleares, por lo menos de bajo tamaño. Los problemas están ahí. Una cosa es que las multinacionales apañen que sus intereses funcionen homogéneamente en gran parte del mundo y otra es que las culturas o los seres humanos funcionemos de la misma manera. Los ricos se ponen de acuerdo en lo que quieren hacer, que es ganar dinero con mucha facilidad; y los otros seres humanos nos ponemos de acuerdo sobre cómo queremos vivir, que es un poco más difícil. Quizás deberíamos aprender de estos últimos la vital y primaria necesidad de unirnos.
OP: “Ética para Amador” es la aproximación del pensamiento de una generación con otra generación más joven. Usted acaba de publicar una novela (El gran laberinto), dirigida a los jóvenes. ¿Cuál es su experiencia en la enseñanza con los jóvenes, con ese mundo de contraste de ideas, de lenguajes, de pensamientos?
FS: Bueno, es un esfuerzo constante. Yo siempre me he considerado, ante todo, un maestro y lo que más me interesa es el hecho de transmitir. La enseñanza es transmisión de conocimiento, transmisión de valores, transmisión de algo que consideramos digno de ser conservado en una forma de vida. Eso exige que uno esté, permanentemente, haciendo un esfuerzo sobre cómo poder acercarse a personas que tienen otro mundo cultural, otro lenguaje, por lo menos parcialmente. Por ejemplo, para ellos (los jóvenes) es mucho más normal escribir un email que escribir una carta y cosas así. Eso implica un esfuerzo constante, porque uno tiende a refugiarse en lo que es más cómodo, en hablar a la generación a la que pertenecemos y no para la que existe ahora. Yo, en la medida de lo posible trato…, porque, claro somos los adultos los que debemos intentar enseñar a los jóvenes. Si renunciamos a ello, porque es difícil o porque no siempre es gratificante, estamos perdidos.
OP: El periodista, el reportero recoge las informaciones de los hechos, las transmite, las interpreta y las analiza en un espacio muy breve de apenas 24 horas, de un día; pero el filósofo se enfrenta a los hechos con pensamientos más meditados, con tiempo para hacer abstracciones. ¿Desde qué punto podemos hablar de que hay cercanías o diferencias entre ese ejercicio periodístico breve de análisis y el ejercicio prolongado frente a los hechos que hace la filosofía?
SF: Son dos perspectivas diferentes, porque el periodista tiene que contar las cosas que pasan y el filósofo reflexiona sobre las que no pasan, las que quedan, que están ahí. Entonces, el periódico no puede salir por la mañana diciendo: “hoy amaneció”, porque eso siempre ocurre. Tiene que contar novedades o asuntos que choquen con la cotidianidad. En cambio, el filósofo piensa no sobre esas cosas que un día son noticia y al siguiente ya no, sino en aquellas que de alguna forma siempre constituyen fundamento para el asombro. Reflexiona sobre nuestra forma de vivir, nuestra forma de morir, nuestras libertades. El filósofo está pensando sobre aquello que nunca es una novedad, pero que no entendemos del todo, y en cambio, el periodista lo que tiene que contar son novedades.
OP: ¿Finalmente, tiene Fernando Savater una utopía y si es así, cuál es?
FS: No, yo soy muy contrario a las utopías. Yo creo que las utopías son el sueño de unos pocos que se convierten en pesadillas de todos los demás. No, a mí me gustaría tener ideales. Los ideales no son utópicos, los ideales son ideas hacia las que tendemos, sabiendo que no se pueden realizar en el sentido material, como los ideales de igualdad, de libertad, de una educación adecuada. Esos son los ideales que me estimulan. No esas utopías que tantos desastres trajeron en tiempos pasados.
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