Conferencia dictada recientemente por el autor de este blog en la tertulia Los Jueves de la República, que organiza el poeta Juan Freddy Armando, en la Secretaría de Estado de Cultura
Por Oscar Peña
Los cambios provocados por las tecnologías de las comunicaciones en la última década y media han generado una verdadera transformación de los medios de comunicación de masas, y en consecuencia, un cambio en la forma de pensar, actuar y comportarse de la gente en todo el planeta.
Estos cambios adquirieron las características de una revolución, la más importante, desde la Revolución Industrial, que impulsó el progreso tras el surgimiento de la máquina de vapor, con la creación de un sistema de producción y de transporte terrestre, naval y aéreo, nunca visto.
Las innovaciones tecnológicas dan forma a la Sociedad Global o mundialización de la sociedad. La mayor trascendencia de esta revolución tecnológica que hoy vivímos trajo consigo la modificación de la noción de tiempo y espacio de los ciudadanos.
Hasta hace unas pocas décadas, para actuar y tomar decisiones políticas, económicas y de otra índole, la gente pensaba en su entorno, que era su comunidad local. Ahora actúa en función de acontecimientos globales, aunque se trate de una decisión doméstica. Pensemos en la economía y cómo las turbulencias de la bolsa o los precios del petróleo influyen en nuestros salarios.
En consecuencia, el periodismo no está ajeno a este mundo global, como no lo está la economía o la política.
Los recursos tecnológicos revolucionaron el periodismo moderno, incrementando la velocidad en la transmisión de las noticias, creando nuevos medios capaces de llegar a todos los confines del mundo y sobre todo otorgando poder real de difusión y expresión al ciudadano de a pie.
Pero el gran aporte de las tecnologías de las comunicaciones es que posibilitaron la creación de una nueva plataforma de comunicación de masas, que es internet, que a su vez posibilitó el periodismo digital.
La gran paradoja de esta revolución es que con la llegada de los nuevos medios (periódicos digitales, blogs, páginas webs de infinito contenido temático), entraron en crisis los tradicionales medios de comunicación, que son los periódicos y revistas.
Tres consecuencias importantes se derivan de esta revolución tecnológica:
1) Poderosos medios impresos, entre ellos The New York Times y Le Monde, han sido tambaleados por la crisis económica, obligándolos a reducir sus plantillas periodísticas, a fusionar sus redacciones, a aliarse o vender acciones a otras divisiones periodísticas, como son las cadenas de entretenimiento.
2) Las compras y fusiones generan concentraciones de medios en manos de unos pocos dueños, quienes deciden los contenidos. Esto no quiere decir que existan menos medios de comunicación, pero sí menos pluralidad informativa.
3) La autocensura ronda hoy los medios periodísticas, tanto nacionales como internacionales, afectando la libertad de prensa, aunque no la libertad de empresa.
En el caso de la República Dominicana la crisis económica de los medios tuvo su climax con las turbulencias que sufrió la economía local en 2003, en particular de la banca, que era dueña de varios medios. La debacle se llevó de encuentro a periódicos como Ultima Hora, El Expreso, El Siglo, varias revistas, entre ellas Rumbo, y casi todos los suplementos culturales.
Producto del cierre de medios, muchos periodistas perdieron sus empleos y se refugiaron en las Relaciones Públicas, perdiendo así su independencia profesional. Otros, los más osados, y esta es la parte positiva de la historia, miraron hacia el Periodismo Digital o Ciberperiodismo y crearon medios de la calidad de Clave Digital.
Esa fue la luz al final de túnel. A Clave Digital le siguieron las versiones electrónicas de los impresos, que muchas veces superan en calidad y dinamismo informativo a sus pares en versión de papel, como es el caso de El Nuevo Diario. Así vemos, que hoy existen más periódicos dominicanos digitales que en versión de papel.
En el trueque del impreso al digital, el contenido ha perdido en calidad, con sus honrosas excepciones. La razón está en que la red acepta todo. La información “basura”, morbosa y destructiva aparece junto al contenido de calidad.
¿Cómo diferenciar, entonces, dónde se encuentra la información edificante de la nociva?
Ese es uno de los grandes problemas que plantea hoy esta inmensa diversidad de contenidos que nos trae la web.
El reto está en saber pasar el filtro. En discriminar la información basura para acceder o recibir la que es portadora de la noticia comprobada; aquella en la que el reportero se preocupó por indagar los hechos desde diversas perspectivas, así como sus posibles consecuencias.
El futuro de los periódicos
Si reconocemos que los medios impresos están en crisis, cabe entonces preguntarse:
¿Cuál es el futuro del periodismo y en particular de los periódicos?
¿Desaparecerá el periódico en versión de papel?
¿El surgimiento del periodismo ciudadano es un preludio de la desaparición del periodista como intermediario entre el hecho noticioso y los lectores?
Ni yo ni nadie en estos momentos tiene la respuesta absoluta. Pero sí se pueden analizar las tendencias y vaticinar que el futuro del periodismo pasará por la transformación de la prensa de papel y ese cambio indefectiblemente estará vinculado a la web y a producir un contenido más analítico, que cuente y explique los acontecimientos con profundidad, teniendo en cuenta que los primeros detalles los avanzó la radio, la televisión e internet.
Las tendencias indican que el ciberperiodismo es el futuro, pero que también sobrevivirá la prensa impresa, aunque quizás el soporte no sea el papel que conocemos, sino una delgada y plegable lámina que guardemos en el bolsillo. Ya el periódico nos llega por el celular y la pantalla del computador. Hay tecnologías que permiten crear un periódico a nuestro gusto y leerlo en el momento apropiado. El problema está en disponer del soporte que lo haga asequible al gran público.
¿Cómo será esa adaptación? No sé, pero los periódicos trabajan en estrategias de mercado que permitan generar valor añadido a sus versiones digitales e impresas.
En tanto esa estrategia sea efectiva, la publicidad sigue migrando de los impresos a los medios digitales...y también los lectores.
Sin embargo, contrario a todos los pronósticos, la historia demuestra que ningún medio de masas destruyó al anterior. Por el contrario, lo obligó a mejorar y a transformase. Eso es lo que pasará ahora. Mientras tanto van ganando los lectores, con medios periodísticos que caminan hacia la convergencia, es decir, a la integración de tecnologías provenientes de las computadoras, la radio, la televisión y los periódicos.
La multimedia
Esa convergencia tecnológica ha dado como resultado la llamada multimedia, que consiste en utilizar los diversos recursos tecnológicos en la narración de los hechos, produciendo contenidos más dinámicos, diversos y en definitiva un periodismo más revolucionario.
Con el nuevo periodismo queda superara la narración lineal, propia del medio impreso, que combina texto e imágenes fijas; para proporcionar una narración viva, con múltiples elementos expositivos. El reportero multimedia, del ciberperiodismo, cuenta una historia con voz y texto, es decir con palabras orales e impresas, pero también con video y fotografías, con mapas, infografías y proporcionando al lector la disponibilidad de enlaces con otras informaciones y fuentes relacionadas, como bancos de datos.
El reportero formado para los nuevos medios recrea la historia, a veces en tiempo real, valiéndose de diversos recursos tecnológicos. Este es el desafío que enfrentan nuestras universidades: formar periodistas con capacidad y aptitud para dominar las tecnologías nacientes, pero también con una sólida base cultural para comprender el mundo global en que vivimos.
Finalmente, la revolución tecnológica al transformar los medios de comunicación, sumerge al ciudadano en una vorágine informativa que lo atosiga de información. Los sucesos se producen y transmiten con una velocidad que no queda tiempo para asimilarlos y comprenderlos en toda su complejidad.
Esa intensa dinámica social produce una “sobrecarga de información”, que nos impide ver las señales en medio del ruido, tal como expone Eamonn Kelly, en su maravilloso libro “La década decisiva: tres escenarios para el futuro del mundo”.
Para lidiar y entender un mundo en constante transformación, es necesario también cambiar la manera de pensar. El hombre de hoy ha que pensar, como dice Kelly, “más allá de lo obvio, más allá de lo cómodo”. Ha de adoptar una mentalidad a largo plazo, pero sin perder de vista que nuestro entorno se modifica constantemente. No podemos ver el futuro como lo hacíamos en el pasado, con preeminencia de lo local, como isleños, porque vivimos en una sociedad diferente: global y tecnológica, con grandes oportunidades para los más sagaces y preparados, pero despiadada con los rezagados.
La multimedia significa abrir las puertas a un nuevo periodismo, un empoderamiento para ejercer una verdadera libertad de expresión, que a veces requiere más de ingenio que de recursos económicos; pero también implica una amenaza de ensanchar las desigualdades en el acceso al conocimiento, en desmedro de quienes están limitados o impedidos de usar las nuevas tecnologías. Sin embargo, los beneficios que ofrece superan con creces esas adversidades y representan un gigantesco salto hacia el progreso de la humanidad para este Siglo XXI.
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