Una mujer vestida de rojo y blanco
sale a su portal y convoca todas las miradas.
Provoca un diluvio de asombro
y es magia de luz en la calzada.
Esa mujer está callada y sola,
pero habla el lenguaje del Olimpo con su cuerpo,
arrodillando al mismo Zeus
cuando alza sus manos de diosa,
de dedos delgados, delicados.
Esa mujer de cabellos al viento como crines,
que han asido alguna vez un jinete en cabalgata,
camina por los hilos delgados de la noche.
Esa mujer parada en su portal
no es figura en pasarela,
no es Venus en el Louvre,
es simplemente reina a su manera
y a su modo diosa.
Esa mujer vestida de rojo y blanco
golpea cada madrugada en mi memoria
como gota constante en una roca
y no hay paz ni sueño
ni mundo resistible,
hasta volver a verla
callada y sola en su portal.
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