domingo, 14 de septiembre de 2008

Abrazos gratis




El sábado paseaba con mi hija Natalia por El conde Peatonal y nos encontramos con la agradable sorpresa de que un grupo de jóvenes, casi adolescentes, repartía a los transeúntes “abrazos gratis”, acción que promovían con cartelones en mitad de la calle.

Intrigado por esta inusual práctica les pregunté a qué se debía esta actividad y si respondía a una campaña, me dijeron que no: simplemente querían que la gente fuera feliz y por eso abrazaban a todo el que quisiera.

En realidad se trata de un movimiento internacional iniciado en 2001 por el australiano Jason Hunter, cuando murió su madre, una mujer que abrazaba a todo el mundo, sin importar raza ni sexo.
El movimiento tomó alcance mundial cuando a partir de 2006, luego de que Hunter, que comenzó a llamarse Juan Mann (en un juego de palabras en inglés que significa “one man” “una persona”) y Shimon Moore colgaron un video en Internet. La página del moviendo es www.abrazosgratis.org , donde los interesados pueden encontrar una video y la canción que los identifica.

Cuando mi hija y yo nos encontramos el sábado con el grupo de muchachos repartiendo abrazos gratis, pensé: ¡Qué gesto más noble! ¿Cuánta valentía de estos muchachos de ambos sexos en estos tiempos tan individualistas y mezquinos?

Pensé que todavía hay esperanzas de un mundo mejor y más habitable a pesar de que George Bush provoca la muerte de millones de personas en una desigual guerra en Afganistán e Irak.

A pesar de esa barbaridad bélica y de que la señora Sarah Palin (la candidata republicana a la vicepresidencia lanza amenazas guerreristas), en Santo Domingo un grupo de imberbes pone un granito de arena –y su cuerpo- para promover la felicidad.

Y a pesar de que Georgia y Rusia armen una guerra porque Osetia haya intentado declarar su independencia.

Pensé que hoy y siempre habrá espíritus nobles y acciones a imitar, como la iniciada no obstante cada día matando se inmolan musulmanes matando a inocentes en mercados y plazas públicas, en un método de lucha bárbaro y desesperado para sacar a los estadounidenses de sus territorios.

Siempre habrá esperanza. No importa que los políticos se lanzan diatribas; de que las drogas destruyan a una buena parte de nuestra juventud en los barrios y de que choferes violen impunemente la luz roja de los semáforos. Siempre aparecerán quijotes, que como los muchachos que el domingo repartían abrazos gratis a desconocidos, para promover una existencia más humana y un mundo más feliz.

La actitud de esos nobles muchachos me recordó al moviendo Hippie de los sesenta, cuyos integrantes, en su rechazo a la guerra de Vietnam, se proponían y promovían la felicidad, el sexo y el amor libre.

Cuatro décadas después la onda hippie sigue teniendo fuerte influencia en el arte (música, pintura, literatura, etc) y en la forma de vivir, vestir y pensar de millones de gente. En cambio, la guerra sigue siendo motivo de condena y de grandes tragedias humanas.

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